
La vida por invocarla de alguna de las maneras me hace
maldecirla con tristeza, tópico ya sentido, dicho y redicho. Se me cae el alma al suelo, tras llegar a casa de madrugada observo que la amargura, ese corazón que se nos pone cada vez más del color negro, nos envuelve como presas de una telaraña, a la espera de ser ahogados por el cansancio de no poder más. Presas de la locura, del desengaño, del dolor que se acumula y escupimos con despecho a los más cercanos. Hoy antes de entrar en el portal de mi "casa" una mujer hablaba conmigo con lágrimas en sus ojos. ¿Y que puedo hacer yo? En estos momentos mataría el dolor, si
tuviera el poder lo mataría. Almas perdidas, ilusiones muertas. Basura que no eliminamos. Llorar. Vivir en un mundo donde todos volvamos a ser seres pequeños,
recién nacidos, puros. ¿Cómo puedo vivir riendo si la gente llora a mi alrededor? Si me paro a mirar mis ojos se secan, si los vendo me escuecen. Hoy las cucarachas han hecho un agujero en mi piel para quedarse a vivir. Algún día volveré a la cabaña de donde salí, con los lobos.
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